El
mercado de trabajo es aquel donde los individuos intercambian servicios de
trabajo. Aquellos que compran servicios de trabajo son las empresas o
empleadores de la economía y configuran la demanda de trabajo. Por otro lado,
los que venden servicios de trabajo son los trabajadores y ellos conforman la
oferta de trabajo. Esta interacción entre la demanda y la oferta de trabajo
determina los salarios que se pagan en la economía. El mercado de trabajo suele
estar influido y regulado por el Estado a través del derecho laboral y por una
modalidad especial de contratos, los convenios colectivos de trabajo.
El
mercado laboral tiene dos grandes conformaciones relacionadas. La primera es
una conformación individual, que se exterioriza mediante la solicitud pública
(oferta) de trabajadores por parte de una empresa, seguida por una entrevista
con los candidatos que termina con la selección y contratación del trabajador
más adecuado para la labor a desempeñar. Después, una conformación colectiva,
en la que uno o más sindicatos negocian con una empresa, un grupo de empresas o
una organización de empleadores, las condiciones de contratación laboral,
estableciendo los acuerdos en un convenio colectivo de trabajo.
La
oferta de trabajo y la demanda de trabajo confluyen en el mercado de trabajo. La
demanda de trabajo está compuesta por las empresas o empleadores, que compran
servicios. La oferta de trabajo se
compone por los trabajadores, quienes venden su servicio. La interacción de ambas determina los
salarios en el mercado laboral, aquél donde los individuos intercambian
servicios. Podemos clasificar el mercado en trabajo primario, donde los
salarios son altos y la rotación es baja; y en trabajo secundario, donde los
salarios son bajos y la rotación es alta.
Para garantizar el funcionamiento del mercado primario se acostumbra
mantener salarios altos; sin embargo, la buena paga puede mantener, más no
asegura, la eficiencia y motivación constante de los trabajadores. Hoy en día,
la oferta y demanda de trabajo se puede comparar con la compra y venta de
productos, ya que a medida que la oferta aumenta, la demanda baja su precio, en
este caso el salario y viceversa. Los
trabajadores prefieren trabajar cuando el salario es alto y las organizaciones
prefieren contratar cuando el salario es bajo, pero a su vez exigiendo altas
competencias.
Del grado de equilibrio entre estas dos
variables ya presentadas se derivan una serie de consecuencias que determinarán
las características del mercado en ese momento y su posible evolución. El
estudio del mercado laboral es el instrumento que contribuirá al conocimiento
de dichas consecuencias. Para ello, se utilizan una serie de indicadores que
permiten conocer la realidad del mercado de trabajo. Estos indicadores son la
Población Económicamente Activa (aquellas personas con empleo o desempleadas,
es decir, que aportan trabajo), el desempleo, el subempleo, que existe cuando
la ocupación que tiene una persona es inadecuada respecto a determinadas
normas, el Índice de Salario Real (utilizado para medir la evolución del poder
de compra del salario), el empleo informal y el IPC o Índice de Precios al
Consumidor, que mide los cambios experimentados a lo largo del tiempo en
relación con el nivel general de precios de los bienes y servicios de consumo
que los hogares pagan, adquieren o utilizan para ser consumidos.
En
España, el mercado laboral se caracteriza por un muy pequeño nivel de movilidad
geográfica de los trabajadores, un elevado nivel de sobre-cualificación
(trabajadores que desempeñan trabajos para los que poseen un nivel excesivo de
formación y un rápido crecimiento del desempleo juvenil de los universitarios
durante las crisis económicas. Además, el mercado de trabajo español es muy dependiente
del ciclo económico. Así, en períodos expansivos y recesivos, la generación y
la destrucción de empleo es extremadamente volátil.
Cabe
destacar que en la actualidad, uno de los principales problemas para el mercado
de trabajo es la dualidad, es decir, la
existencia de trabajadores con contratos indefinidos y la de trabajadores con
contratos temporales que gozan de una protección mucho menor, por lo que son
más fácilmente prescindibles. Así, en un período recesivo como el actual, son
los primeros en ser despedidos por sus empresas. Esta dualidad constituye un problema para el mercado de
trabajo español, ya que desincentiva la formación de los empleados, dificulta
la continuidad laboral de los trabajadores más jóvenes y perpetúa en los
puestos superiores a trabajadores con una preparación menos actualizada. Este
hecho repercute negativamente en la productividad agregada de la economía
española, pues muchos de los individuos más preparados no pueden acceder al
mercado de trabajo. La dualidad es, según el Fondo Monetario Internacional, uno
de los principales lastres para lograr la recuperación del empleo en España.
Otro de
los grandes problemas del mercado de trabajo en España es que este se ajusta a
través de la creación y la destrucción de empleo, mayoritariamente. La rigidez
legal e institucional impide que, por ejemplo, durante las recesiones las
reducciones pactadas de salario y horas eviten los despidos de trabajadores.
Despidos que, como ya hemos podido observar, recaen mayoritariamente en los
trabajadores temporales. Esta situación es contraria a lo que sucede en la
mayor parte de economías avanzadas como, por ejemplo, Alemania, donde la
flexibilidad legal y contractual existente le ha permitido reducir su tasa de
desempleo entre 2007 y 2012.
Las tres
principales razones detrás de la falta de flexibilidad del mercado de trabajo
español son las siguientes. En primer lugar, hasta la reforma laboral
recientemente aprobada, los acuerdos intra-empresariales estaban sometidos al
dictado de los convenios colectivos, lo que limitaba los acuerdos entre
trabajadores y empresarios. En segundo lugar existe una preocupante falta de
movilidad en la masa laboral española al contrario que ocurre en países como
por ejemplo Estados Unidos, donde los trabajadores no tienen problema en
moverse a otros estados por temas de empleo. Existe una enorme necesidad de
establecer incentivos y ayudas a los trabajadores para que acepten trabajos en
otras regiones. Finalmente, existe un importante desajuste entre la formación
recibida por los trabajadores y las demandas de las empresas. El problema podría
encontrarse en que la universidad española no educa a los estudiantes en
competencias profesionales básicas. No estamos, por tanto, únicamente ante un
problema de sobre cualificación de la masa laboral, sino de una formación no
adaptada a las necesidades del mercado laboral.
También
podríamos considerar como un problema el coste del empleo. Este coste del
empleo no son los salarios, sino la diferencia entre lo que la empresa paga y
lo que el trabajador recibe. En España, las cotizaciones sociales suman un
tercio del sueldo y eso unido a un IRPF que castiga a los mejores trabajadores
(con tipos muy altos desde niveles salariales relativamente reducidos), provoca
una situación bastante problemática: un salario neto medio relativamente bajo,
con un coste total del empleo relativamente alto.
El
último de los problemas más relevantes del mercado de trabajo es la baja
productividad; en el caso de España, en los periodos de bonanza la
productividad disminuye; y por el contrario, en los periodos de recesión, aumenta.
Para acabar con estos problemas, es necesario adoptar un conjunto de
medidas que dinamicen la economía española en general. La mala situación por la
que está pasando el mercado laboral español, se ha ido transmitiendo a la
sociedad. Según un estudio la media de los trabajadores de 141 países que
piensan que estamos pasando por un mal momento para encontrar empleo es de un
57%; sin embargo en el caso español este pesimismo reina en un 94% de los
ciudadanos, solo superado por Italia y Grecia. Aún así, las predicciones de
crecimiento apuntan que será este año 2015 cuando España cree empleo neto.
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