La
inflación es el aumento generalizado y sostenido de los precios de los bienes y
servicios existentes en el mercado durante un período de tiempo, normalmente un
año. Cuando el nivel general de precios sube, cada unidad de moneda alcanza
para comprar menos bienes y servicios. Es decir, que la inflación refleja la
disminución del poder adquisitivo de la moneda: una pérdida del valor real del
medio interno de intercambio y unidad de medida de una economía. Una medida
frecuente de la inflación es el índice de precios, que corresponde al
porcentaje anualizado de la variación general de precios en el tiempo, siendo el
más común es el índice de precios al consumo o IPC.
Los
efectos de la inflación en una economía son muchos, y pueden ser tanto
positivos como negativos. Los efectos negativos de la inflación incluyen la
disminución del valor real de la moneda a través del tiempo (es decir, con más
dinero comparemos menos cosas), el desaliento del ahorro y de la inversión
debido a la incertidumbre sobre el valor futuro del dinero, y la escasez de
bienes. Los efectos positivos incluyen la posibilidad de los bancos centrales
de los estados de ajustar las tasas de interés nominal con el propósito de
mitigar una recesión y de fomentar la inversión en proyectos de capital no
monetarios.
Entre
las corrientes económicas más aceptadas existe generalmente consenso en que las
tasas de inflación muy elevadas y la hiperinflación son causadas por un
crecimiento excesivo de la oferta de dinero. Las opiniones sobre los factores
que determinan tasas bajas a moderadas de inflación son más variadas. La
inflación baja o moderada puede atribuirse a las fluctuaciones de la demanda de
bienes y servicios, o a cambios en los costos y suministros disponibles
(materias primas, energía, salarios, etc.), tanto así como al crecimiento de la
oferta monetaria. Sin embargo, existe consenso que un largo período de
inflación sostenida es causado cuando la emisión de dinero crece a mayor
velocidad que la tasa de crecimiento económico.
Hoy en
día, la mayoría de las corrientes económicas están a favor de una tasa pequeña
y estable de inflación. Una inflación pequeña (en vez de nula o negativa) puede
reducir la severidad de las recesiones económicas al permitir que el mercado
laboral pueda adaptarse más rápidamente en una crisis, y reducir el riesgo de
que una trampa de liquidez impida una política monetaria de estabilización de
la economía. La tarea de mantener la tasa de inflación baja y estable se asigna
generalmente a las autoridades monetarias de cada país. En general, estas
autoridades monetarias son los bancos centrales, que controlan el tamaño de la
emisión monetaria mediante la fijación de las tasas de interés, a través de
transacciones en el mercado de divisas, y mediante la creación de la banca de
reservas. Estos bancos centrales coinciden en que el nivel de inflación ideal
es del 2 % o incluso el 3%.
Al
índice negativo en la tasa de inflación (una baja generalizada de los precios)
se lo denomina deflación. Esto puede generar ciertas ventajas como la aparición
de un círculo vicioso: al bajar los precios de todos los productos del mercado
el sueldo real de los trabajadores aumenta, la cantidad de cosas que estos
pueden comprar con la misma cantidad de dinero es mayor, esto envía un mensaje
a los empresarios diciéndoles que deben disminuir la cantidad de trabajadores e
intercambiarlos por equipo capital, esto mueve a la fuerza laboral de sus
puestos de trabajo en las áreas de la economía cercanas al consumo, a las más
alejadas, ya que se crea una nueva demanda de equipo capital. Los empresarios
redirigen sus inversiones a producir maquinaria, por lo cual todas las áreas de
la economía relacionadas con la producción necesitan más empleados, y al ser el
área de producción mucho más extensa que el área de consumo la demanda por
empleados aumentan aún más los sueldos de los trabajadores. Los trabajadores
mejoran su productividad al tener más equipo capital disponible para ellos, lo
que causa un nuevo aumento en sus salarios, y más deflación debido a la nueva
oferta de productos en el mercado haciendo a la región o país más rico al
encontrar en estas muchas más cosas de valor.
La
certeza de que el dinero valdrá más en el futuro crea un aumento del ahorro, lo
que ayuda a disminuir aún más los precios de los bienes de consumo y también
aumenta la cantidad de dinero en los bancos destinado a préstamos en forma de
cuentas a plazo fijo; de esta forma, al haber una gran oferta de dinero
destinado para crédito el precio de los préstamos baja, es decir la tasa de
interés, esto también ayudado con el hecho de que una moneda más valiosa atrae
capital extranjero, y todas las nuevas inversiones extranjeras que se dan en el
país donde la deflación está teniendo efecto, disminuyen la demanda de préstamos
bancarios nacionales. Los efectos virtuosos de la deflación se pueden ver en
países como Suecia donde una moneda fuerte atrae capital extranjero que está
dispuesto a soportar todas las trabas comerciales y los fuertes impuestos para
obtener dividendos en esa moneda específica.
La
deflación es muy peligrosa ya que es muy complicado salir de ella, puesto que
se crea un círculo vicioso porque al caer la demanda, las empresas ven
reducidos sus beneficios al tener que reducir los precios para conseguir
ventas, como consecuencia de ello, tienen que reducir costes, lo que significa
que tienen que recortar empleados. A su vez, si hay gente que se queda sin
trabajo, la demanda seguirá disminuyendo ya que estos dejarán de comprar
también. Para que esto no ocurra se han generado ciertas medidas en contra de
la deflación. Un ejemplo de una deflación con efectos negativos a largo plazo
es la que permitió Japón en la década de los 80, que llevo a su economía a un
estancamiento. Esto nos indica que aunque la deflación puede parecer algo
positivo a corto plazo (evidentemente los precios bajan y el consumo aumenta)
no siempre constituye algo bueno a largo plazo. Al igual que con la inflación,
se debe lograr un término medio para que no acabe teniendo efectos negativos en
la economía.
Como
conclusión cabe decir que podemos observar como la inflación debería de ser
algo bueno para los endeudados siempre que se vea acompañado con el incremento
de sus ingresos (como los salarios). Esto no sería bueno en España ya que
nosotros necesitamos ganar competitividad en el exterior y tenemos que generar
más empleo para reducir la tasa de paro (23,7% según la EPA el pasado mes de
Diciembre). Pero con la deflación hay que tener cuidado ya que si los
consumidores o los inversores generan expectativas sobre que los precios van a
seguir bajando, puede que paralicen sus decisiones de gasto hasta que vean que
los precios vuelven a subir. Esto es algo que se ha podido ver en el mercado de
la vivienda.
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