lunes, 9 de febrero de 2015

Inflación o deflación

La inflación es el aumento generalizado y sostenido de los precios de los bienes y servicios existentes en el mercado durante un período de tiempo, normalmente un año. Cuando el nivel general de precios sube, cada unidad de moneda alcanza para comprar menos bienes y servicios. Es decir, que la inflación refleja la disminución del poder adquisitivo de la moneda: una pérdida del valor real del medio interno de intercambio y unidad de medida de una economía. Una medida frecuente de la inflación es el índice de precios, que corresponde al porcentaje anualizado de la variación general de precios en el tiempo, siendo el más común es el índice de precios al consumo o IPC.

Los efectos de la inflación en una economía son muchos, y pueden ser tanto positivos como negativos. Los efectos negativos de la inflación incluyen la disminución del valor real de la moneda a través del tiempo (es decir, con más dinero comparemos menos cosas), el desaliento del ahorro y de la inversión debido a la incertidumbre sobre el valor futuro del dinero, y la escasez de bienes. Los efectos positivos incluyen la posibilidad de los bancos centrales de los estados de ajustar las tasas de interés nominal con el propósito de mitigar una recesión y de fomentar la inversión en proyectos de capital no monetarios.


Entre las corrientes económicas más aceptadas existe generalmente consenso en que las tasas de inflación muy elevadas y la hiperinflación son causadas por un crecimiento excesivo de la oferta de dinero. Las opiniones sobre los factores que determinan tasas bajas a moderadas de inflación son más variadas. La inflación baja o moderada puede atribuirse a las fluctuaciones de la demanda de bienes y servicios, o a cambios en los costos y suministros disponibles (materias primas, energía, salarios, etc.), tanto así como al crecimiento de la oferta monetaria. Sin embargo, existe consenso que un largo período de inflación sostenida es causado cuando la emisión de dinero crece a mayor velocidad que la tasa de crecimiento económico.

Hoy en día, la mayoría de las corrientes económicas están a favor de una tasa pequeña y estable de inflación. Una inflación pequeña (en vez de nula o negativa) puede reducir la severidad de las recesiones económicas al permitir que el mercado laboral pueda adaptarse más rápidamente en una crisis, y reducir el riesgo de que una trampa de liquidez impida una política monetaria de estabilización de la economía. La tarea de mantener la tasa de inflación baja y estable se asigna generalmente a las autoridades monetarias de cada país. En general, estas autoridades monetarias son los bancos centrales, que controlan el tamaño de la emisión monetaria mediante la fijación de las tasas de interés, a través de transacciones en el mercado de divisas, y mediante la creación de la banca de reservas. Estos bancos centrales coinciden en que el nivel de inflación ideal es del 2 % o incluso el 3%.

Al índice negativo en la tasa de inflación (una baja generalizada de los precios) se lo denomina deflación. Esto puede generar ciertas ventajas como la aparición de un círculo vicioso: al bajar los precios de todos los productos del mercado el sueldo real de los trabajadores aumenta, la cantidad de cosas que estos pueden comprar con la misma cantidad de dinero es mayor, esto envía un mensaje a los empresarios diciéndoles que deben disminuir la cantidad de trabajadores e intercambiarlos por equipo capital, esto mueve a la fuerza laboral de sus puestos de trabajo en las áreas de la economía cercanas al consumo, a las más alejadas, ya que se crea una nueva demanda de equipo capital. Los empresarios redirigen sus inversiones a producir maquinaria, por lo cual todas las áreas de la economía relacionadas con la producción necesitan más empleados, y al ser el área de producción mucho más extensa que el área de consumo la demanda por empleados aumentan aún más los sueldos de los trabajadores. Los trabajadores mejoran su productividad al tener más equipo capital disponible para ellos, lo que causa un nuevo aumento en sus salarios, y más deflación debido a la nueva oferta de productos en el mercado haciendo a la región o país más rico al encontrar en estas muchas más cosas de valor.


La certeza de que el dinero valdrá más en el futuro crea un aumento del ahorro, lo que ayuda a disminuir aún más los precios de los bienes de consumo y también aumenta la cantidad de dinero en los bancos destinado a préstamos en forma de cuentas a plazo fijo; de esta forma, al haber una gran oferta de dinero destinado para crédito el precio de los préstamos baja, es decir la tasa de interés, esto también ayudado con el hecho de que una moneda más valiosa atrae capital extranjero, y todas las nuevas inversiones extranjeras que se dan en el país donde la deflación está teniendo efecto, disminuyen la demanda de préstamos bancarios nacionales. Los efectos virtuosos de la deflación se pueden ver en países como Suecia donde una moneda fuerte atrae capital extranjero que está dispuesto a soportar todas las trabas comerciales y los fuertes impuestos para obtener dividendos en esa moneda específica.

La deflación es muy peligrosa ya que es muy complicado salir de ella, puesto que se crea un círculo vicioso porque al caer la demanda, las empresas ven reducidos sus beneficios al tener que reducir los precios para conseguir ventas, como consecuencia de ello, tienen que reducir costes, lo que significa que tienen que recortar empleados. A su vez, si hay gente que se queda sin trabajo, la demanda seguirá disminuyendo ya que estos dejarán de comprar también. Para que esto no ocurra se han generado ciertas medidas en contra de la deflación. Un ejemplo de una deflación con efectos negativos a largo plazo es la que permitió Japón en la década de los 80, que llevo a su economía a un estancamiento. Esto nos indica que aunque la deflación puede parecer algo positivo a corto plazo (evidentemente los precios bajan y el consumo aumenta) no siempre constituye algo bueno a largo plazo. Al igual que con la inflación, se debe lograr un término medio para que no acabe teniendo efectos negativos en la economía.

Como conclusión cabe decir que podemos observar como la inflación debería de ser algo bueno para los endeudados siempre que se vea acompañado con el incremento de sus ingresos (como los salarios). Esto no sería bueno en España ya que nosotros necesitamos ganar competitividad en el exterior y tenemos que generar más empleo para reducir la tasa de paro (23,7% según la EPA el pasado mes de Diciembre). Pero con la deflación hay que tener cuidado ya que si los consumidores o los inversores generan expectativas sobre que los precios van a seguir bajando, puede que paralicen sus decisiones de gasto hasta que vean que los precios vuelven a subir. Esto es algo que se ha podido ver en el mercado de la vivienda.

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