La Unión Económica y Monetaria (UEM) es el área formada por
el conjunto de países, dentro de la Unión Europea, que comparten un mismo
mercado, y una misma moneda, el euro, y donde se ejecuta una política monetaria
única. Supone la integración de los distintos países miembros en un Mercado
Común en el que se respeten las "cuatro libertades", es decir, la
libertad de circulación de mercancías, servicios, personas y capitales.
Igualmente, se pretende el establecimiento de una Política Comercial Común respecto
a los países que no pertenezcan a dicho Mercado Común.
Así mismo, la Unión Económica culmina con la Unión
Monetaria, proceso por el cual se instauró el euro como moneda única de una
parte de los países de la Unión Europea. Con la Unión Económica y Monetaria, la
Unión Europea dio un paso más en su
proceso de integración económica que comenzó con su fundación en 1957.
Cuando en 1958 se fundó la Unión Europea, entonces llamada
Comunidad Económica Europea, el objetivo era crear una unión aduanera y un mercado
común para la agricultura. Posteriormente, este limitado mercado común se
amplió para abarcar también los bienes y servicios dentro del mercado único,
que ya se había realizado en gran medida en 1993. Actualmente, la Unión Europea
se encuentra en la quinta etapa del proceso. La progresiva integración
económica no se inició con la decisión de crear el euro: se trata de un largo
proceso que forma parte de la historia de la UE y constituye uno de sus logros
fundamentales.
La UEM nace de forma oficial en el año 1988 con el
objetivo último de la implantación de una moneda única, el euro como
continuación natural de la unión económica debido a la atribución a la
existencia de una moneda única de una serie de ventajas en cuanto se preveía
que la nueva moneda llevaría consigo un incremento de la actividad económica
derivado de la eliminación de incertidumbres y costes de transacción por las
operaciones de cambio de divisas, así como una mayor transparencia a los
precios en los mercados comunitarios, facilitando así mayores intercambios.
La UEM se constituyó en tres fases. En la primera, que tuvo
lugar desde 1990 a 1993, se suprimieron las limitaciones al movimiento de
capitales entre los Estados miembros y se reforzó la cooperación entre los
bancos centrales de los países. En 1992 se firmó el Tratado de Maastricht por
el que se modifica el Tratado Constitutivo de la Unión para recoger la UEM.
Este tratado preveía la supresión de las monedas nacionales por la moneda común
y también fijaba una serie de condiciones económicas de convergencia,
denominadas criterios de convergencia, relativas a la estabilidad de los
precios dentro de unos parámetros marcados, al déficit público, a la deuda
pública y a los tipos de cambio, que eran de obligado cumplimiento para los países
que quisieran integrarse en la UEM. La segunda fase se produjo entre los años
1994 y 1998 y trajo consigo la creación del Instituto Monetario Europeo, que
fue el predecesor del actual Banco Central Europeo. En 1998 se aprobaron los
países que iban a formar parte de la UEM ya que cumplían los requisitos
acordados en el Tratado de Maastricht varios años atrás. Estos países eran Alemania,
Austria, Bélgica, España, Francia, Finlandia, Irlanda, Italia, Luxemburgo,
Países Bajos y Portugal. La tercera fase se inició el 1 de enero de 1999, fecha
en la que se establecieron los tipos fijos de cambio de cada una de las monedas
con respecto al euro, la moneda común de la UEM. Además, el Banco Central
Europeo sustituye al Instituto Monetario Europeo. Aunque el euro existe desde
esta fecha como unidad monetaria, de cambio y cotización en los mercados, no
existía como realidad física, es decir, no se habían emitido todavía billetes y
monedas de euros. El primer día del año 2002 comenzaron a circular las nuevas
monedas y billetes de euro, lo que supuso a su vez la desaparición de las
monedas de los respectivos países aunque sí se produjo una breve etapa de
convivencia entre ambas monedas. En 2001 se incorporó Grecia a la Unión
Económica y Monetaria y posteriormente se han añadido nuevos países: en 2007,
Eslovenia; en 2008, Chipre y Malta, en 2009 Eslovaquia y en 2011 se produce la
incorporación de Estonia. El 1 de enero de 2014 Letonia pasa a formar parte de
la UEM siendo la última incorporación la de Lituania el 1 de enero de 2015.
Desde el punto de vista práctico, la UEM conlleva una
coordinación de las políticas económicas y físcales de los Estados miembros,
especialmente imponiendo límites máximos a la deuda y el déficit, como ocurre
en el caso de la crisis financiera de Grecia. Además, la UEM implica una
política monetaria independiente aplicada por el Banco Central Europeo, el
sucesor del antiguo Instituto Monetario Europeo. Aunque todos los países
miembros de la UEM participan en la Unión Económica, algunos han alcanzado un
mayor grado de integración y han adoptado el euro como moneda única, formando
la llamada zona euro o eurozona.
La UEM no está regida por una única institución responsable
de la política económica, sino que los Estados miembros y varias instituciones
de la UE comparten esta responsabilidad. El Consejo Europeo es el que establece
las principales orientaciones de la política económica, decidiendo además si un
Estado miembro puede adoptar el euro. El Parlamento Europeo comparte también
con el Consejo la función legislativa. A pesar de la existencia de estas
instituciones oficiales, son los Estados miembros los que establecen sus
presupuestos nacionales, dentro de los límites acordados para el déficit y la
deuda, y deciden sus propias políticas estructurales de empleo, pensiones y
mercado de capitales, siendo la Comisión
Europea la encargada de realizar el seguimiento del cumplimiento y los
resultados obtenidos. Por último, el Banco Central Europeo establece la
política monetaria, con el objetivo primordial de la estabilidad de precios.
La actual crisis económica ha puesto de manifiesto la gran
interdependencia de las economías que forman parte de la Unión Económica y
Monetaria pero también la excesiva confianza de las instituciones ante las
situaciones que se producían y la falta de instituciones y mecanismos supranacionales
para evitar los desequilibrios que dieron lugar a la crisis así como responder
a la misma de forma efectiva-
La unión Económica y
Monetaria necesita ahora mejorar su gobernanza económica sobre todo en
tres áreas, fiscal, financiera y la de la integración económica.
Así, la Comisión
Europea ha elaborado un Plan Director
para una Unión Económica y Monetaria más profunda, sólida y estable en
los ámbitos fiscal, financiero, político
y económico.
El Plan director exigirá
la adopción de diversas medidas, algunas
a corto y otras a medio y largo plazo,
algunas de ellas podrán requerir además la modificación de alguno de los
tratados vigentes en la actualidad.
La primera etapa del
Plan es la creación de una Unión Bancaria que ya es un hecho. El Parlamento
Europeo aprobó en 2014 los tres textos fundamentales que sirven de fundamento a
la Unión Bancaria. Se da así un gran paso hacia la estabilidad financiera y
económica garantizando que los europeos no tengan que volver a pagar las deudas de los bancos.
La segunda fase exigirá el refuerzo de la aplicación colectiva de las
políticas económicas y presupuestarias, incluidas las políticas fiscales y las
políticas de empleo.
Por último, se deberá alcanzar un presupuesto autónomo para
la zona del euro que ofreciera a la UEM la capacidad fiscal necesaria para
ayudar a los Estados miembros afectados por perturbaciones económicas. Un marco
de gobernanza económica y fiscal profundamente integrado podría permitir la
emisión común de deuda pública, lo que mejoraría el funcionamiento de los
mercados y la aplicación de la política monetaria. Esto constituiría la etapa
final de la UEM.
Pero la exitosa culminación de este proceso requerirá que Europa potencie los mecanismos de
solidaridad necesarios para acelerar un proceso de convergencia de manera más efectiva
y eficaz que en el pasado. Sin embargo, como la situación de cada uno de los
países que componen la UEM es muy distinta, esta deberá actuar con cautela, combinando en su justa
medida la rigurosidad y ambición en los
ajustes y reformas estructurales con una graduación temporal apropiada y la
solidaridad del resto de miembros de la eurozona. De no ser así la zona euro
tendría un futuro incierto.